Deseos. Aunque no los creo, o si me convenzo a vencerlos, sé que hemos que tenerlos, y siempre habrá cosas a desear. Algunos, sí, tan feos, así como devaneos que no logramos evitar.
Pues yo también, en mi tiempo, he deseado todo lo que pude. Que no se me deshagan los recuerdos y arrepentimientos que en mi se funden, pues soy lo que me han hecho los dos, con igual amplitud.
Y que no se olviden de mí las chicas de mi juventud, y mis amigos de tantos vasos erguidos, que es con gratitud que me acuerdo todo lo que hemos vivido.
Y que no me deje el deseo, o quizá esperanza, de siempre intentar ser feliz. Quiero que yo no deje de estar contento con las pequeñas cosas de mi país. Espero que yo escuche, todavía y siempre, aunque que lejano, casi ausente, a un bienteveo cantar.
Ojalá no me olvide porque son buenos los domingos soleados, el futbol jugado con maestría, y el samba que nos invita a bailar. Y sí, por supuesto, que haya en cada esquina un bar.
Que no pierda mi guitarra su llanto, y que nunca me falte mi canto, a pesar de los oídos que lo puedan escuchar.
Quiero que no se acaben los estribillos de los feriantes, los carnavales en las calles, los desayunos en panaderías, que no se acaben las alegrías de un pueblo que insiste en sonreír. y que no pensemos que lo mejor era lo de antes, sino que lo mejor aún está por venir.
Que yo pueda siempre quedarme en una playa, a mirar las faldas que cubren las piernas coloreadas por el sol, que no dejarán nunca de venir. Los colores de mi bandera, la estrella de la vida entera, es sobre esto que quiero escribir.
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